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ARMANDO CÓRDOVA OLIVIERI

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Armando Córdova Olivieri, nació en Caracas, Venezuela, el 26 de septiembre de 1960. Hijo del economista Armando Córdova, individuo de número de la Academia de Ciencias Económicas y Sociales y la vitralista Ligia Olivieri, Premio Nacional de Artes Aplicadas 1968.

Tuvo una infancia temprana y posteriormente, una educación primaria y secundaria, aderezada por la necesidad de tener que viajar en cuatro oportunidades al extranjero, debido al traslado de toda la familia, ocasionado por la actividad académica del padre. De esta forma vivió, por prolongados períodos, en Holanda, Polonia, Alemania e Italia, teniendo que alternar su educación entre Venezuela y los dos últimos países.

Posteriormente, en 1983, después haber ingresado a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela (UCV), abandona esta última, habiendo culminado el ciclo básico de esa carrera, para ingresar a la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV y finalmente obtener el título de economista en 1988, ocupando el tercer lugar de la promoción. De seguidas, viaja a Alemania en 1989, después de obtener una beca de la fundación alemana, Konrad Adenauer, para realizar estudios de maestría, en la especialidad de investigación empírica de la economía, en la universidad alemana de Bielefeld, bajo la tutoría del profesor Joachim Frohn. En la ciudad de Bielefeld, vivió cinco años.

Regresa a Venezuela en 1994 e ingresa a la UCV como profesor de econometría y estadística. Trabajó en el área de la prospectiva económica con Ruth de Krivoy, Pedro Palma y como asesor del ministro de Hacienda, Luís Raúl Matos Azócar, durante la segunda presidencia del Dr. Rafael Caldera.

Con la entrada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela es nombrado economista jefe del Ministerio de Hacienda, cargo que desempeña para los ministros José Rojas y Maritza Izaguirre. Creó y dirigió la Oficina de Programación y Análisis Macroeconómico (OPAM) hasta el año 2000.

Su vinculación con las artes literarias data desde la adolescencia, habiendo cultivado el hobby de la escritura, concentrado principalmente en la narrativa corta. Ha escrito alrededor de trescientos cuentos desde aquel entonces hasta la fecha, forjándose de esta forma, sus dotes y estilo propio, para la narrativa escrita.

Durante la crisis vocacional de la facultad de ingeniería, luego de abandonarla, viaja a San Rafael de Mucuchíes y conoce a los artistas Juan Félix Sánchez y Epifania Gil, con quienes vive una temporada en El Tisure, construyéndose una entrañable amistad entre ellos. De esa época, datan recuerdos de anécdotas y vivencias, cuya reminiscencia se convierte pronto en notas y cuentos que, finalmente, adquieren la forma del relato La Mirada de Pascualina.